EL ALMA DEL LIBERALISMO CLÁSICO

EL ALMA DEL LIBERALISMO CLÁSICO

En Rumbo Propio presumimos de ser los custodios de la doctrina Liberal Clásica y lo que llamamos “la alta tradición liberal” con sus respectivas posiciones respecto del Capitalismo Liberal como sistema económico y social. 

Las posturas políticas del liberalismo clásico pueden resumirse en el apoyo al gobierno limitado, la democracia constitucional, el libre comercio, la propiedad privada, el estado de derecho, el sufragio abierto y el federalismo. Sin embargo, las convicciones subyacentes a estas políticas se basan en realidad en una entidad integrada, que llamamos el alma del liberalismo clásico.  Hacemos hincapié en la entidad integrada en lugar del énfasis actual en las recomendaciones de políticas huecas. Nuestra propuesta va en una visión de un orden deseable y en cierto modo accesible de interacciones humanas. Pensamos que los principios políticos para una reforma constructiva se derivan de esta visión. Estos principios contrastan con los de los enmascarados utilitarios que buscan cambiar la naturaleza humana y controlar los resultados. Estatismo y socialismo

¿Cómo presentamos los liberales clásicos nuestra posición aparte de los tratados que demuestran la ventaja comparativa y la eficiencia de la disposición? 

En primer lugar, los liberales clásicos podríamos explicar que el sistema prioriza la libertad de actuar en congruencia con el sentido natural de moralidad y las normas sociales de un individuo. En segundo lugar, podríamos describir cómo una nación que otorga a las personas la libertad de perseguir metas personales inconmensurables aumenta la probabilidad de lograr resultados que aumenten el bienestar individual y agregado.

Dotados de capacidades cognitivas, emocionales e imaginativas personales, los individuos aprovechan esos atributos para darle sentido a sus vidas y dirigirse hacia fines alcanzables. Acercarse a aspiraciones definidas internamente proporcionando satisfacción personal. 

Lo esencial para la visión de la moralidad es el hecho de que una persona puede imaginar y responder a cómo se sienten los demás.  Se trata de una capacidad cognitiva innata e instintiva para comprenderse a sí mismos y a otras personas, a través de la identificación imaginativa. La facultad de simpatía permite el juicio moral. El sentimiento moral es similar a lo que llamamos “conciencia” y la necesaria formación para tratar con los demás. 

La sensibilidad moral natural de un individuo se mejora mediante la práctica. Virtudes como la prudencia, la templanza, la laboriosidad, la decencia y la responsabilidad no sólo son compatibles con el liberalismo clásico; refuerzan la democracia liberal moderna y todas las interacciones personales.

Nosotros los liberales clásicos deseamos no sólo  expandir  la  productividad  nacional  para sostener a una población, sino también aumentar y distribuir esa producción de manera más equitativa que de otra manera. 

Desafortunadamente, este es un mensaje complicado de transmitir y es posible que las élites bien conectadas en el poder no lo crean o no estén dispuestas a aceptarlo. Puede que les interese mantener su estatus mediante la búsqueda de favores políticos y/o el control de opciones para los menos conectados.

Si se reivindica el liberalismo clásico, se reducirá la dependencia del gobierno; libertades personales, apoyadas. Los individuos se sentirán inspirados a crear nuevas organizaciones comerciales y otras organizaciones intermedias. La prioridad dada a la iniciativa privada actuaría como una limitación a la regulación gubernamental y a objetivos poco realistas para cambiar la naturaleza humana. Los Estados fracasados que guerrean por alcanzar un socialismo utópico e inservible constituyen, para nosotros quienes hacemos causa en Rumbo Propio, los mejores argumentos sólidos a favor del liberalismo clásico.

Definitivamente. Ya convertidos en la Guardia Pretoriana de María Corina Machado, LA DAMA DE LA ESPERANZA estaremos prestos para con las armas de nuestros argumentos dar batalla defendiendo un Estado mínimo y vigilante, instaurado con el consentimiento de los gobernados y una economía de libre comercio basada en contratos privados celebrados libremente por individuos iguales. Este acuerdo político y económico valoraría y protegería la libertad individual, fomentaría una sociedad civil floreciente y pacífica, produciría aumentos masivos de la riqueza y alentaría avances científicos y tecnológicos inimaginables. Daría respuesta a nuestra premisa: El Capitalismo Liberal es la única y verdadera esperanza de los pobres y los desposeídos.

 

Raúl Amiel

Vicepresidente

Formación, Educación y Comunicación

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